jueves, 26 de marzo de 2015

Y jugaba

Con particular frecuencia, Heraclio pensaba en el pasado. Esa punzada profunda llamada nostalgia le aguijoneaba incisivamente, quizá porque él lo permitía. Porque somos así. La voluntad abre o cierra un sinfín de umbrales en los cuales podemos fraguar causas y consecuencias en nuestro indefinido trasegar.

Caminaba con actitud relajada, nula atención frente al entorno. Pensaba en tantas cosas que no condensaba ideas fijas orientadas a reflexiones profundas. Pero a los pocos segundos, logró centrarse en un pensamiento de ese pasado que en muy pocas ocasiones visitaba su mente. Ella.

Recordaba con gracia difusos momentos compartidos. Palabras entrecortadas. Sudor frío en las piernas, el corazón acelerado e innumerables incoherencias cuya opacidad había crecido tras el paso de los años, implacables con el recuerdo, que lo hacen inexacto paulatinamente. La rueda del tiempo particular va desgastándose al perder la capacidad de asir lo que hemos creído propio.

Era infructuoso. Un recuerdo más. Curioso, porque de alguna manera la in conclusión existió en su tiempo, y tal disparidad producía interés por saber de su vida. “Cómo estaba, qué estaría haciendo, en qué pensaría...” Seguramente por su cabeza no llegó a pasar la idea que aquel sujeto, de manera silenciosa, le profesó sentimientos inexplicables y perturbadores.

Y jugaba con los supuestos. “¿Y si estuve a punto de toparme con ella en alguna calle del centro?” Si de pronto, por el llamado "azar", esa mal llamada lotería, ambigua ruleta de la vida, él iba caminando por alguna calle de la atestada metrópoli y ella estaba cerca, ambos abocados a un dual encuentro, pero cuando más cerca estaban, uno de los dos abordó un bus y el otro transitó, a unos pocos metros, desapercibido, distraído –o abstraído en esos mixturados pensamientos propios–, ¿qué tal? ¿Si él entraba a una cafetería a comprar algo para continuar con su fugaz tránsito por la urbe y ella estaba en el baño del mismo recinto?

“Tonterías, nada más,” pensaba, muerto de risa mientras rompía con burla y desdén un anuncio publicitario sobre algún brujo de mala muerte que promocionaba la predicción del destino y la solución a los problemas místicos y existenciales.

Autor: Sebastian Suaza Palacio

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