miércoles, 25 de marzo de 2015

Otro crimen quedará…

Barullos metálicos provenían de todas las direcciones atestadas de público y cosas parecidas. La polifonía sucumbía en una estridencia feroz, sólo aplacada por el peso sensorial del olor a mierda concentrada, cristiana, pisada y repisada por zapatos mayormente desamarrados y roídos. Yo sin zapatos en mis sábanas de sacol veía transfigurándose en sus rostros la penumbra del final del día, la tempestad carcomiéndoles las heridas que ya no dolían. Décadas transcurridas en 4 horas de bazuco llenaban la memoria de alucinaciones ajenas.
Había caído en la locura cínica y pretendía quedarme hasta poderme saciar,vaciándome. Era uno más entre la chusma. Sí, ese espíritu egoísta no logra depurarse. Sin embargo, allí estaba escribiendo sobre la multitud maloliente, que es lo único que me queda. Mujeres, niños, viejos beodos o viceversadeambulan por entre este basurero (para un yuppie como yo) soslayándose de todo lo terreno salvo para comer y meter.

Las noches enfriaban las edificaciones a medio hacer o completasagrietadas por vegetaciones emprendedoras.Tumbado en ese rescoldo del alma, materializada en un poste inclinado sin luz, prendí un rollo de papel con vida adentro y pensé en Dios mirándome. Levanté la mirada y sonreí a la Providencia nula que me sobrevolaba y me hundía simultáneamente.

¿Quién dosificaría el oxígeno? Pensamientos ociosos me llegaban al pensamientomientras pensaba en unperro caliente dos cuadrasabajo.  ¿Qué suena? Disparos al aire… Disparos al aire contenido en los pulmones de uno, primero cerca al corazón y luego en el centro del pecho. La violencia con su justicia nos ha sometido inexorablemente a la Razón. Los compañeros se inclinaron a desnudar al gato de sus ropajes, de algunas moneditas y  considerable cantidad de vicio. Me abalancé al más débil, me llevé lo mío y salí a correr. Otros simplemente se tumbaron a pocos pasos. Prendieron sus mecheritos.


No quedaba un solo semoviente humano. Fue entonces cuando comencé a cantar las canciones tristes de la radio. Ingratos recuerdos que embalsaman lo poco que aún quedaba para amar como amuleto. La noche fue propicia, el silencio se apoderó de todo. Me tendíal costado de un parque repleto de chatarra sin reciclar. Entre ellas me senté y recosté mi cabeza sobre una forma indefinida metida en un forro. Era una máquina de escribir.

Autor: Juan Felipe Zuluaga Malagon 

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