Temía que este día llegara, inescrutables sueños me persiguen. Tú me abandonas, huyes
como ave que de nuevo se topa con la libertad, aun no logro discernir si eres tú o quién
eres, sólo veo ese espectro de mujer.
Implacable ausencia que evita mi ayuda, ¡manifiéstate mujer! no seas tímida, yo estaré aquí
para salvarte, no guardes duda de ello, daré mi vida por prolongar la tuya; No permitiré
que de nuevo suceda. Este dolor terco y recalcitrante que no considera el abandono, me ha
impedido desprender de tu sublime imagen.
Es en ella quien sueño, esa mujer blanca, frágil, débil, tímida, apacible, tosca, soez, brusca,
brillante… aquella que es y no encuentro, y cuando la tengo nunca quiere ser. No Temas a
quien amor te brinda, no evites a tu único y fidedigno lazarillo, no desprecies la fidelidad de
un hombre. ¿Por qué amar a quien te odia? Es la pregunta que una daga infunde sobre mí,
y el frenético anhelo de tenerte, en fortaleza vence.
No quiero despertar, no me resigno a desprenderme de tu idea de mujer, eres la visión de lo
que quiero tener y aun no comprendo. Quizá es el devenir, quizás no; quizás es ella, quizás
soy yo. Sólo un deseo me embarga y es el deseo de nunca despertar, este sueño indómito se
ha hecho mío y perderlo involucra perderla.
Necesito una respuesta, ¿por qué sólo entre nieblas te descubres?, pero eres la solución…
adelante, interpreta mis sueños… Es un juego de ida y vuelta.
Autor: David Fernando Otalvaro Zuleta
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