Hay veces se pregunta por el
precio que debería pagar para ser testigo del regalo de su mirada, dejar de ser
él no parece una opción viable, pues, solo siendo él puede llegar a encontrar
hermoso cada acto de su cuerpo, de su mente, de su vida…
Ella se sabe diosa, de lujuria y
de pasión, pero no del corazón, se sabe diosa del deseo, pero no del corazón.
Él sin ser un dios, se sabe humano, reconoce su error, pensar en ser digno le
recuerda su condición de inferior. No hay camino viable para alcanzarla.
-¡soy digno de ella!- se
levantó y gritó fuerte Pedro sin
importar nada, dándose ánimos para salir a buscarla y explicarle el mundo que
había pensado para ambos.
Observábamos su decidido embrión de
confianza al tiempo que se atravesaba por al frente de nuestra mirada con su
delicado paso, el más grande temor de aquel hombre enamorado. Al pasar ella por
su lado esperamos ansiosos el inicio del desenlace de una nueva historia de
amor que nunca se dio.
-pobre hombre- comenté.
-Verla le recuerda que no es
digno de ella- respondió mi amigo Juan silbante.
-Nunca es fácil escribir una
historia de amor, menos un cuento de hadas- agregué seguro.
-Es aún más difícil darle vida
compañero- dijo silbante queriendo dejar sus palabras como la moraleja de
aquella especial situación.
Vimos a Pedro levantarse con una
sonrisa como confeccionada con amor y rigor, como si el enigma de un futuro a
su lado diera vida a sus más hermosas sensaciones, como si el sueño de serle
digno acompañara cada uno de sus actos y le diera sentido a su diario vivir,
como si el no tenerla fuera en definitiva lo único cierto que tuviera aquel pobre
hombre enamorado.
Autor: Sebastian Londono Valle
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