Estuve esperando el llegar del repartidor. Una vez lo sentí, me agazapé junto a la puerta. No
vacilé para entrar en la quinta cuando él había avanzado unos pasos. Una vez regresó
adentro, le detallé por un rato. Su cabello color zanahoria le daba un tono experimentado y
sus lentes averiados le sumaban aires de una locura no tan descabellada.
Se reclinó en su sillón y agarró el ejemplar de la revista científica Periodic que había sido
lanzado a su puerta, para verificar los hallazgos de sus colegas: «Unbob descubre que el
bamboleo de Chandler del planeta se debe a desestabilizaciones del campo magnético»,
«Yupaber demuestra que la energía del estado fundamental del vacío no se anula».
Inconforme y desesperado por el pobre nivel de la ciencia, refunfuñó para sí un rato hasta
dormirse.
Una vez limpia la espátula, empezó a escarbar sin ritmo dentro de la muestra. Le tomó un
par de minutos quedarse pasmado. -¡Eso, justo eso, que hay entre cada una de aquellas!-
gritó mientras se desprendían del ripio pártomas aisladas de todo material. Corrió hacia la
máquina de escribir y se dispuso a elaborar el paper para sustentar su increíble hallazgo.
De la célebre noche no quedaron más que unas gotas de zumo de zanahoria que escurría en
mi boca, con fe en que él no lo notaría al despertarse. Escuché el particular chirrido de los
pedales de la bicicleta del poblado. Me asomé tras la pared asegurándome de no perturbar
el vaivén de la cortina. Sólo leí en el aire el mensaje «hitostórico»; golpeó la puerta y dio a
parar de bote al suelo desparramándose para permitirse exclamar: «Hito histórico: Egro
Odel descubre que no descubrió nada. En particular, no hay nada en la nada que sea algo».
Autor: Alexander Munoz Garcia
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