jueves, 7 de mayo de 2015

Larga Espera.

Apresuradamente se abrazó a su cobija. Se acercaba el momento, sus manos
temblaban de emoción, de frío, de miedo, de dolor… Infinitas emociones cabían
en su delgado cuerpo, como una espora en el universo, plasmolizada y casi
inviable por el paso de los años.

Ya era la hora, el momento de encontrarse con ella, de ver su rostro florecer bajo
su manto negro. Tan huesudo como lo imaginó durante su larga espera, tan
helado por el frío del invierno.

Tantos inviernos pasaron, tantos años la esperó. La puerta se abrió, ya había
llegado por él.

En un suspiro su pecho se estremeció, vio la luz del sol resplandecer y allí estaba
ella, con su manto favorito en la cabeza y su rostro lánguido y deteriorado por los
años, pero bella como la última vez, aquel día en que fue llevado a prisión.

Autor: Laura Carolina Álvarez Morales

miércoles, 6 de mayo de 2015

REMINISCENCIAS.

-La mañana está fría, pero el sol se presiente- pensé, mientras asomada en la
ventana miraba el sucio cielo, y recordé su piel, su linda piel del color de las hojas
secas y deseé que estuviese aquí conmigo, para contarle los secretos
descubiertos, mis secretos, para decirle que no se preocupara por las aves porque
las plumas están hechas de paticas de cucarrones muertos y para confesarle que
hay una cosa que bien disfruto: oler su piel al salir de la ducha y descubrir la
fragancia del frio, como de pepino, como de levedad, pensé en decirle también
que no se sienta culpable si sueña con otras mujeres o si no ha vuelto a comer
cereales, que me quisiera en octubre como yo la quiero a ella el resto del año,
pensé frente a la ventana, pensé en su sangre de mambo y guaguancó, en que no
vendría ya más a refrescarme los días con su piel, lo único que me queda es
presentirla, como presiento hoy el sol en este invierno incansable.

Autor: Mariana Restrepo Bedoya

martes, 5 de mayo de 2015

Pájaro Amarillo

Rita trepó una vez más por el muro que limitaba el paso a la casa de Santiago. Silbó
desprevenidamente, mientras miraba sus zapatos embarrados. En ese momento un diminuto
pájaro amarillo se paró en la rama de un árbol, y entonces ella se quedó en silencio,
mirando detenidamente cómo el pajarito movía su cabeza rápidamente y parecía observarla.

De pronto a Rita se le ocurrió que el pájaro podía ser Santiago que estaba respondiendo a
sus silbidos. Pero ¿Cómo era posible que de un día para otro, él hubiese pasado de ser  el
niño de cabello negro y  tez morena, a ser un pajarito amarillo?

Recordó entonces la tarde del día anterior, cuando elevaban un papagayo:
Yo quiero ser cometa para subir muy alto y poder verlos a todos pequeñitos- dijo Rita.
Santiago respondió: Pero si fueras cometa, entonces sólo podrías vernos desde lo alto, si
alguien quisiera elevarte para que lo hicieras.
Rita se quedó pensativa y miró a los ojos a Santiago, que sintió escalofrío.

Santiago continuó: A mí me gustaría ser pájaro: volar por donde quisiera, subir fácilmente a
las copas de los árboles y pasar por el lado de las cometas estáticas, moviendo rápido las
alas

-Pero entonces, te daría miedo de los humanos…- dijo Rita.

-Podría ser, porque me que querrían atar como a una cometa-.

Rita se rió, y le dio un beso en la mejilla. Mientras lo hizo, cerró los ojos por unos segundos
y sintió que sus cuerpos se elevaban inevitablemente. Cuando los abrió, descubrió que
todavía tocaban el piso, pensó que había sido una especie de alucinación.

Sin embargo, al recordar el suceso, se había percatado de que cuando Santiago comenzó a
recoger la pita de la cometa, ella había notado una pequeña pluma amarilla en un costado
del cuerpo de él.

Autor:Sara Manuela Graciano Correa

lunes, 4 de mayo de 2015

ANGUSTIA

Poco a poco, sus párpados fueron saliendo del letargo de los años y sus músculos
ateridos parecían comenzar a reaccionar, uno a la vez. Una especie de neblina se
apoderó de su visión, a la par que un dolor profuso se instalaba en sus sienes y su
aparato respiratorio retomaba un ritmo ya casi olvidado. Cuando alcanzó a tener
algo de consciencia, tuvo un instante de lucidez y se percató de dónde se
encontraba. Sentía que había transcurrido sólo un segundo, pero no tenía certeza
sobre cuánto tiempo llevaba en su interminable somnolencia. Después de todo, y
pese a la oposición de sus familiares, la compañía de criogenia que contrató
pareció cumplir adecuadamente su parte del trato. Aún dentro de la cámara, sus
ojos se fueron acostumbrando, después de mucho tiempo, a la tenue luz de este
mundo del futuro en que estaba ahora tratando de despertar. El empañado cristal
de la cámara le dejó ver un reducido espacio del laboratorio donde le hicieron el
procedimiento. Todo parecía intacto, como si tan sólo ayer lo estuviesen
introduciendo en la cámara para sumirlo en el sueño sereno que lo llevaría en ese
viaje maravilloso en el tiempo. Notó una quietud sepulcral a su alrededor, una
ausencia completa de personal que estuviera pendiente de su despertar. “Estoy en
el futuro”, pensó para sí… “quizá todo sea mucho más automatizado ahora.
Pronto, el cerrojo se abrirá y estaré libre para vivir la vida en la que invertí todos
mis ahorros en el pasado. ¿Qué sería de mis seres queridos? ¿Qué me deparará
ahora esta nueva vida en un nuevo mundo?”. Sólo después de mucho rato, el
último hombre sobre la faz de la tierra se percataría que moriría muy pronto
atrapado en esa lúgubre cámara de cristal que lo llevó al futuro…


Autor: Carlos Mario Zapata Jaramillo