jueves, 26 de marzo de 2015

Muerte, por azul turquesa.

Se despertó sobre tierra diferente, áspera y engorrosa, procurando no tropezar, temiendo que el
vidrio de su casco se estallase; aunque su experiencia le aseguraba que no pasaría, no podía dejar
morir esa idea. los mareos producidos por un espacio sin gravedad lo llevaban a pensar fuera de la
lógica humana, -los mareos- se repetía a si mismo mientras procuraba no enloquecer
completamente.

Tras llevar meses en misión pensaba diferente, su corazón atado a un planeta que ya estaba fuera
de su alcance no le permitía darse por vencido, no podía morir, ese impulso humano de superar la
adversidad le hacía pensar que había una salida, una en la que su realidad fuera menos miserable,
una en la que no dejara al amor de su vida prometiéndole un regreso, un anillo y un panda de tres
metros como quien llena de ilusión a una chiquilla, la realidad es que no podía darse ese lujo.

Un escollo decían, estaría en tierra pronto, sin embargo eso nunca sucedió, pintó tantas líneas de
los días transcurridos hasta cansarse, y a la mitad de una de ellas se vio posada en el exterior de su
traje una extraña criatura color azul turquesa, más áurea que cualquier gema conocida, -que eres-
le repetía como si pudiese entender; después de varias horas con ella en su antebrazo se dedicó a
observarla, imaginar su procedencia, no entendía porque aquel espécimen no se separaba de él,
puede uno querer algo por acompañarte durante varias horas? si, pero todo querer tiene un
precio, fueron estas horas las que necesito este germen mortal para traspasar las fibras del
elaborado traje, y luego de hacer contacto con la piel del astronauta esparció en cuestión de
segundos su fatídico veneno que acabo esta miserable vida de un solo y tenaz dolor.

Autor: Laura Camila Rojas Cardozo

1 comentario: