Fue allí en el lugar más lejano del mundo, donde Violeta se refugió durante un largo mes.
Allí en medio de las cascadas más hermosas de la tierra, Violeta vio un ser que le llamó la
atención, él se acercó y cruzaron unas pocas palabras, nadaron en el río, y al final partieron
en embarcaciones diferentes. Al final de ese día tenía una sensación extraña, en su mente
sólo se cruzaba aquel ser y la sensación de alegría que le dio tenerlo cerca, eran como
chispas; dejó sus pensamientos y se fue a tomar una copa de vino. Por suerte, en aquel
lejano lugar sólo había un bar, y cuando llegó, lo vio sentado, ella se acercó y conversaron
durante varias horas, hablaron de la naturaleza, de los astros, de la vida; aunque ambos
tenían idiomas diferentes, lograron entenderse perfectamente. Más allá de la buena
conversación, él le produjo excitación, hubo momentos en los que sus pieles se entrelazaron
y el cuerpo de Violeta se estremeció, sus vellos se pusieron de punta, y en su vientre bajo
sentía contracciones palpitantes. Salieron del lugar bajo un cielo estrellado, en el camino
observaron los astros de los que habían hablado. Cuando llegaron al hotel de Violeta, ella lo
invitó a seguir, él aceptó. Como el vino libera la tensión ambos parecían conocerse de hace
años, se abrazaron fuertemente, se desnudaron, se besaron, e hicieron el amor como dos
delfines, Violeta sentía tanta excitación que su orgasmo fue como la cascada en donde se
conocieron. Al día siguiente Violeta despertó y se dio cuenta que había sido un sueño, en su
ciudad natal ella estaba comprometida y su moral no le permitió que aquel ser entrara a su
hotel, el remordimiento por no hacer lo que deseaba, aún la perturba.
Autor:Andrea Galeano Gonzalez
Este cuento bordea la delgada línea que separa un cuento de un relato. Y muchas veces la traspasa. Hay errores en la puntuación y le hace falta originalidad y fluidez.
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