“Tras un gran hombre, hay una gran mujer” solía decir con el pecho inflado, la
cara vanidosa llena de confianza: ella tenía el suyo y estaba siempre tras él. Es
cierto que aún no era un gran hombre: él era uno bueno, le faltaba un poco de
confianza y otro poco de decisión para alcanzar a ser el gran hombre que ella
soñaba, así que cual minero aferrado a su veta, ella se esforzaba por convertir ese
buen hombre en uno grande.
“Sé más decidido” - le decía.
“No dejes que piensen por ti”- le aconsejaba
“Auto motívate, esfuérzate por ser independiente” - repetía diariamente
Los consejos femeninos, cual explosivo en mina, derrumbaban y derrumbaban
pequeñas falencias del buen hombre, hasta que un día llegó a ser uno grande. El
día que decidió pensar por sí mismo y ser independiente, fue el mismo día que
dejó a su mujer y con ella olvidó los discursos repetitivos en los que lo
enmarcaban cono un hombre conformista y débil.
Desde entonces, ella anda con cuidado al hablar a los demás, porque comprendió
que tras un gran hombre está él mismo.
Autor: Violeta Franco Gil
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