¡Cómo nos dañó esta “narcocultura”! repetía haciendo las comillas con los dedos cada vez que
algo le molestaba de su ciudad, y eso incluía las fachadas de las casas con adornos de yeso, las
lujosas camionetas cuatro por cuatro que tenían algunos de sus amigos, las fiestas a las que ya no
podía asistir con regalo sino con un sobre lleno de billetes, el estallido de los voladores y el
derroche de alcohol por cualquier motivo. Se sintió feliz cuando supo que cancelaron la
cabalgata de la feria anual, porque la consideraba la máxima expresión de esa “narcocultura” que
tanto despreciaba.
¡Este es el hombre ideal para mí! pensaba yo. Si detesta tanto esa devoción por los excesos que
él llama “narcocultura” entonces es capaz de fijarse en una mujer por su inteligencia y sus
sentimientos y no por su apariencia, seguía pensando, mientras me ilusionaba y me subía a flotar
sola en una nube.
Pero cuando me presentó a su novia con imagen y actitud de modelo de pasarela, con el cabello
negro alisado en extremo y largo hasta la cintura, las pestañas postizas y una cintura miniatura
que contrastaba con su enormes busto y caderas, supe que estaba tan contaminado de la tal
“narcocultura” como todos a los que vivía criticando y que yo no tenía ninguna opción de que
posara sus ojos en alguien con facha de nerd con gafas y tenis y carente de curvas. Así que
cansada de estar sola en esa nube me bajé de ella y acepté la realidad: entré en la onda de la
narcocultura, empecé por quitarle las comillas de desprecio a la palabra, luego me inscribí en un
gimnasio y contraté a una asesora de imagen. Y mañana me van a poner las pestañas postizas.
Autor: Gloria Esperanza Navarro Sánchez.
Jajaja me hizo reír. Una cuestión pequeña con unas comas que yo hubiera puesto. Pero en general está bien.
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