Era la sexta vez que iba en
menos de un día. Alentada por cualquier
motivo; una copia, un libro, una duda…
Ese extraño sentimiento se
le estaba tornando en algo incontrolable. Cualquier excusa era válida: necesitaba
verlo.
Al ingresar al lugar ella
tomaba asiento desde un sitio privilegiado, el cual era elegido según la
ubicación de él, No podía estar ni muy
cerca ni muy lejos. La distancia entre ambos debía ser perfecta.
Una vez instalada en el lugar exactorecorría con su mirada
minuciosamente el rostro de él; piel lozana y algo pálida, anteojos gruesos que
le daban un toque cómico pero no por eso menos interesante, su ondulado cabello
generalmente estaba sujetado por un elástico, y lo infaltable; su sombrero.En
una cultura donde el sombrero solo era un accesorio propio de algunos
campesinos o servía de disfraz para los días de cabalgatas, Él lo llevaba con
tanta propiedad.
-¿En qué puedo colaborarle?-
Le pregunto un día en que llevada por un impulso había cometido la torpeza de
revolotear por largo rato cerca de él sin hacer nada preciso.
-En nada, gracias-.
Respondió y salió prontamente aturdida.
No sabía nada de él, no necesitaba
saber nada de él.
La jornada académica pronto
terminaría, sin embargo, mañana como siempre ella estaría puntual, frente a la gran puerta,
mirando su reloj impaciente, acompañada de un par de libros,su cuerpo
turbadopresa de una zozobra inevitable, todo esto sucedería mientras camina con
aparente indiferencia hacia la biblioteca.
Autor: Leydi Johana Cano Arcila
El cuento acude a muchos clichés. Le falta fuerza y originalidad. Sin embargo, hay un buen uso del lenguaje literario
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