“Otro
amanecer en el infierno” – Pensó el soldado, viendo hacia el sol saliente de
las 6 de la mañana, hacía frío y lo único que lo acompañaba era su arma, una
radio sin baterías y una sábana sucia y deshilachada. Caminando por un campo
desierto, donde el único rastro de civilización se encontraba a más de 50Km de
distancia, solitario y con hambre, pero era feliz, por alguna razón aquello no
le molestaba, mientras el sol ascendía cada vez más sobre el horizonte él .caminaba a lo largo de ese
campo, parecía no tener rumbo fijo y solo caminaba por caminar.
Habían
pasado unas pocas horas, el calor aumentó de manera precipitada y el soldado
estaba sudando como pollo en rosticería, desesperado buscó una sombra a su
alrededor y al no poder encontrar nada siguió su camino. Sin saber cuánto
tiempo había transcurrido se encontró con una silueta femenina a lo lejos.
Sin meditarlo mucho camino hacia
ella, a pesar de caminar por mucho tiempo la silueta parecía que no se
acercaba, sino que cada vez mas se alejaba, el sol seguía golpeando fuerte y
parecía que cada vez empeoraba más, él busco una sombra que pudiese hacerle
refugio, pero la única sombra era la que lo seguía desesperadamente y con la
que compartía la misma agonía.
Cuando parecía que todo había
acabado, una mano le toco el hombro, era la mano de la silueta femenina que vio
antes, pero solo era eso, una silueta. Ella le extendió una botella de agua, él
sin preámbulos la tomo y se la bebió de una sola sentada, al terminar miró como
el mundo a su alrededor comenzó a derrumbarse, primero el campo, después el
horizonte, por último el cielo, solo quedó un vacío infinito en donde él y ella
flotaban, de un momento a otro la silueta comenzó a definirse, unas piernas
torneadas cuya belleza era igual o mayor a un atardecer en la playa, una cadera
y un torso que parecían moldeados por los mismos dioses del olimpo, un pecho y
unos brazos que provocaban atarse a ellos para nunca soltarse, pero cuando su
rostro se definía una luz cegadora iluminó el vacío, desintegrando consigo
aquella maravillosa figura. El soldado, sorprendido y agitado por lo que
acababa de suceder gritó con todas sus fuerzas, solo para despertar de aquel
largo sueño en el que estaba sumido, solo para darse cuenta que a su alrededor
habían 4 paredes, en una de ellas una puerta de acero con destellos de óxido y
en otra una pequeña ventana con barrotes de hierro, desde donde podía ver el
ocaso de su felicidad.
Autor: Pablo Andres Paternina Monterroza
Estuvo increíble!
ResponderEliminarmuy entretenido pero está un poco largo.
ResponderEliminarojalá no tengan eso en cuenta.