Ferrio, un hábil minero, creyó por fin encontrar aquello que lo protegería de los vapores
tóxicos del Volcán Caolinita, para así ir en busca de la gema dorada del Valle Pirita.
Escuchó de su padre, sobre una sustancia que vigorizaba la excavación de roca. Bajo esta
premisa, partió decidido hacia su destino, cuando se encontró en el camino al pequeño
Thioxas.
Ferrio le contó sus planes a Thioxas, quien quiso acompañarlo. Ferrio desistió, pues recordó
que Thioxas, aunque brillante en ciencia, era torpe cuando se trataba de excavar.
- “No todo se trata de excavar”, agregó Thioxas.
Ferrio hizo oídos sordos a las palabras de su compañero y abandonó el lugar.
Antes de llegar al Valle Pirita, Ferrio encontró el Volcán Caolinita en total actividad. El
ambiente contenía gran cantidad de vapores tóxicos, que afectaron gravemente a Ferrio.
En su último soplo de vida, Ferrio no desistió y, como último recurso, abrió su preciada
sustancia. Dispuesto a beberla, triste la vio desaparecer, volatilizándose al olvido. Cuando
estaba a punto de terminar su existencia, vio como una nube se posó sobre su cabeza,
haciendo que respirara con facilidad, incluso como si se encontrara en el más fresco y puro
bosque. Recobró su conciencia y, con su nueva protección, llegó al Valle y obtuvo su
preciada gema.
A la salida, sorprendido vio a Thioxas, el cual le esperaba con una sonrisa y dijo:
- Te dije que no solo se trata de excavar. Sabía que tu preciada sustancia se volatilizaría con
la montaña. No obstante, descubrí que los vapores se pueden atrapar y convertirse en una
atmósfera 100% respirable, con esta máquina de mi invención.
Apenado, Ferrio pidió disculpas a Thioxas. Comprendió que hasta el menos imaginable
puede aportar valiosa ayuda, solo hace falta escuchar.
(Ocurrió en realidad, en un erlenmeyer doctoral).
Autor: Gerardo Andrés Caicedo Pineda.
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