Brincó de árbol en árbol, pasando rápido aferrada fuertemente a las ramas para no
caerse, mientras observaba el camino de tierra casi naranjada, ensombrecido por la
oscuridad de la noche. Era momento de molestar a alguien, lo que más le gustaba era
usar sus dones contra los demás cristianos, que eran siempre tan confiados. Mientras
cavilaba, vio que un hombre de nariz sobresaliente se acercaba, haciendo eses y
tambaleándose: por poco no se caía y estrellaba su cabeza contra el suelo. Los borrachos
no eran sus favoritos, pero este serviría por el momento.
La bruja bajó rápidamente y caminó hasta encontrarse frente a frente con el hombre,
levanto la cabeza y le dijo:
-‘Nas noches-.
-Ches-, respondió el hombre un poco sorprendido y parándose firmemente para no caer
de bruces.
La bruja pasó al lado del borracho y éste siguió su camino, entonces ella alzo la voz,
diciendo:
-Jeñor ¿qui horas tiene?-
El hombre volteó y atontado sacó su reloj de bolsillo halando una cadena, lo abrió y
dijo:
-Acá dice que como que parece, hip, que más de las nueve- .
Ambos siguieron su camino en direcciones contrarias, pero el borracho, divisando al
frente, dejó de ver el camino y en su lugar no vio sino rastrojo, espeso e interminable.
Sacudió la cabeza, abrió y cerró los ojos pero el rastrojo seguía ahí. Volteó para
preguntarle a la mujer hacia donde seguir, pero para su mayor sorpresa, se encontraba
completamente solo. Esperó un rato y empezó a caminar, pero no encontraba ningún
sendero, entonces se detuvo y se echó a dormir. Al amanecer, el hombre despertó con
un fuerte dolor de cabeza, asustado vio que estaba al lado del camino de tierra, sentía
sus pies cansados, como si hubiera caminado toda la noche.
Autor: Natalia Andrea Suarez Salazar
No hay comentarios:
Publicar un comentario