miércoles, 25 de marzo de 2015

Inhala. Exhala

Respiro. Son las 5 de la tarde y el viento sopla fuerte y frío en el alto de Santa Elena. He pasado el día entre árboles, compañía, tierra y naturaleza. Mis pies y manos están tenuemente coloreados por el barro que ya se ha secado. Mi mente está despejada y no hay preocupación alguna que me aqueje, tan sólo aquel deseo de estar arriba, allá alto muy lejos del suelo y poder caminar a través de la línea que une dos mundos, dos seres, un fin. ¿Cómo voy a lograrlo? Soy pequeña, puedo caer y herirme, sólo yo y a la vez todo podría venirse abajo.

La altura siempre me ha fascinado de distintas maneras porque permite ver las cosas desde otra perspectiva, dejar atrás el miedo y disfrutar la vista que te ofrece la vida, mirar arriba y abajo y todo en conjunto, entender que estás aquí, ahora y nada más importa.

Me detengo, doy un último vistazo y contemplo la ciudad desde donde mi cuerpo descansa. Mis manos agarran fuertemente el árbol que me sostiene, y con un último respiro mis pies soportan el peso mientras suelto cuidadosamente aquella rama que sobrepasa mi cabeza.

La línea que me soporta es delgada y larga, tan liviana y libre que el viento la descontrola y ahora yo también al estar sobre ella. Alzo la mirada y enfoco el punto final que me resulta tan distante porque apenas comienzo. Tiemblo, tiemblo sin control, mi cuerpo se une con un solo objetivo y las fuerzas que lo mueven se concentran hacia abajo. Doy un primer paso, tan frágil pero firme como aquel que otros ojos contemplaban muchos años atrás.

He estado arriba hace aproximadamente 10 minutos, aun así parece una eternidad. Son sólo 8 o 9 las veces que he pisado, sin embargo todo mi cuerpo desprende la adrenalina propia de cualquier deportista extremo que goza con sobrepasar sus límites. Voy caminando con cautela como quien no tiene prisa de llegar a algún lado, mis ojos están cansados porque el viento los lastima con cada ráfaga, las hojas de los arboles chocan y resoplan estruendosamente y no puedo más. Pierdo la concentración y mi cuerpo no responde, la fuerza no me alcanza y de repente estoy fuera, nada me soporta, estoy en el aire, caigo.


Y el arnés que se aferra a mi pie me devuelve a la vida.

Autor: Catalina Lopera Tobon

1 comentario:

  1. Cata, una escritura solvente, limpia, muy legible. Falta fuerza y tensión en el argumento, pero tiene potencia.
    Saludos.

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