Ema quería que el tiempo avanzara más rápido de lo habitual, era una persona
ansiosa esperando un suceso, una llamada, una noticia, y el tiempo jugaba con su
paciencia; además de la carga emocional, Ema tenía un bonito reloj de mesa, lo
miraba constantemente como si de esta manera los segundos, minutos y horas
transcurriesen más rápido, es como cuanto te quedas al lado del teléfono,
esperando que suene como si esto lo hiciera sonar, pero el reloj marcaba
lentamente el tiempo que duraba la eternidad, y ella se enojó al ver que el reloj se
reía de ella, entonces obligó al reloj a correr en su universo de piñones en giros
desgranados y avasallantes, y cuando vio que su reloj agonizaba sudoroso y
lloraba aceite, quiso reírse de él y levantó la mirada para ver su sonrisa victoriosa
en el espejo sobre la cómoda, pero su rostro palideció al darse cuenta de que el
tiempo a ella también se le había agotado, los segundos, minutos y horas se
marcaron como profundas líneas en su rostro, el sudor no se veía nada bien en su
cara y sus ojos se hundían en un aceite pesado y sucio de dolor, cuando pudo
limpiarse la cara y mirar las horas con tranquilidad y valorar cada tic tac del reloj
supo que tendría una oportunidad que aunque durará un segundo la haría feliz, y
así, cuando menos pensó el teléfono sonó.
Autor: Liliana Patricia Cadavid Berrio
Me encantó
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