Ese día, aquel hombre ordinario,
vió un destello proveniente de un objeto oculto bajo periódicos en un callejón.
Se acercó con cautela, ¿quién era él para merecer encontrar algo de valor?,
pero ¿y si ese era el día que había esperado durante tantos años, el día en que
sin mayor esfuerzo obtendría algo? No podía dejar pasar la oportunidad, no se
lo perdonaría. Con cuidado levantó los periódicos y una moneda de baja
denominación pero pulidísima se reveló ante él, <<claro>> pensó
<<es prácticamente nada>> levantó la moneda y la arrojó con la
rabía. La moneda rebotó contra la pared, dio varios saltos para finalmente
deslizarse bajo una puerta color rojo ocre que se encontraba en una de las
paredes del callejón, no la había notado hasta ese momento, y en ese mismo
instante sintió el deseo de recuperar “su moneda”, se acercó a la puerta e intentó abrirla sin éxito, no
tenía picaporte ni cerradura, --¡bah!,
maldita suerte-- dijo y cuando se disponía a marcharse escuchó tras la
puerta una voz muy tenue que decía --tu regalito-- acto seguido de debajo de la
puerta salió un granito de oro, lo suficientemente redondo como para rodar unos
pasos <<no puede ser>> pensó, después de recoger el granito y
maravillarse por uno minutos, se agachó, acercándose a la ranura inferior de la
puerta pero no pudo ver nada, sin embargo, al estar en esa posición, un
bolígrafo que guardaba en el bolsillo de su camisa cayó y rodó justo bajo la
puerta, entonces se escuchó la voz nuevamente --tu regalito-- y un granito de
oro salió rodando, <<creo que ya entiendo>> pensó, recogió la
segunda pepita y luego tomó una colilla de cigarrillo que estaba en el piso y
la empujó bajo la puerta, luego de unos minutos no pasó nada, entonces sacó de
su bolsillo una llave y la pasó bajo la puerta, un instante después se escuchó
--tu regalito-- y una tercera pepita de oro salió para alegría del hombre
--tiene que ser algo de valor para mí-- dijo para sí, pasaron unos minutos y el
hombre ya había intercambiado todo lo que tenía en ese momento por quince pepitas
de oro, pero él no se sentía satisfecho, pensó muchas veces en irse y traer más
cosas, pero, ¿y si la puerta no estuviera cuando regresara? o aún peor, ¿si
alguien más descubriera la puerta en su ausencia? no podía tolerarlo, no iba a
arriesgarse, entonces se quitó la ropa y fue empujando prenda por prenda bajo
la puerta hasta quedar desnudo. Finalmente con veintitrés pepitas y desnudo, el
hombre permanecía junto a la puerta con enorme tristeza pensando <<que
mala suerte, si tan solo tuviera algo más>>, en ese momento se escuchó un golpe y la
puerta quedó entreabierta, nada más que oscuridad salía de allí dentro, el
hombre vaciló un instante pero tenía que entrar, tenía que tener todo lo que
tras la puerta se ocultaba, recogió las pepitas en sus manos, empujó la puerta
y cuando estaba casi completamente adentro volteo su mirada con horror hacia
afuera e intentó salir pero algo lo halo hacia dentro y se cerró la puerta
mientras se escuchaba una voz que decía --mi regalito-- unos segundos después
una moneda de baja denominación pero pulidísima salía rodando de debajo de la
puerta.
Felipe. ¡Buen argumento! Diagramar el texto le daría más fuerza. Párrafos y sangrías ayudarían más con la tensión. Te felicito por el texto, las buenas ideas siempre llegan en medio del trabajo.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias por el comentario, tiene razón en sus apreciaciones.
ResponderEliminar