Los días pasan igual de oscuros a las noches en la clandestinidad de mi hogar. Vivo oculto
entre paredes, como roedor, ocultándome de los radares de la inteligencia mundial que le ha
puesto precio a mi cabeza. Cada vez están a punto de atraparme. Sé muchos secretos de la
historia mundial y los países que nos gobiernan, cosas atroces, violaciones de derechos
humanos, atentados, cosas que de ser reveladas al mundo, la legitimidad de poder que nos
han impuesto quedaría por el suelo. Este es el precio que tenemos que pagar los
investigadores de la verdad, los que luchamos por un mundo más igualitario y justo;
desprestigio, amenazas, hasta que dan fin a nuestras vidas.
Llueve muy fuerte, como nunca en el verano. Tengo que cambiar mi lugar de residencia. Una
chaqueta vieja me protege del frio de la ciudad. Mi abundante barba igual que mi chaqueta
muestra lo difícil de mis días. Mi cabeza está cubierta por una chompa, que protege mis
marrones ojos; siempre están mirando al suelo. No veo a nadie a los ojos, quizás he visto las
más amargas sonrisas que hay detrás de corazones negros y fétidos que no se doblegan ante
el dolor. Arena en los bolsillos, me acompañan unos cuantos pesos y un celular de hace treinta
años, irrastreable.
Soy Toiro Toffee, así se me conoce en la tierra, pero en el CiberMundo, soy EryFloc. Es allí,
en el CiberMundo, donde tengo mi vida, donde están mis amigos, donde tengo mis
problemas. Allí cometí el peor delito: Estudiar. Conocí guerras, el terror nazi, la dominación
de África y América latina, las caras y poderes tras los medios de comunicación. Medios
estos que nos dicen que hacer, que comer, por donde caminar, y nos guían acometer las
mismas atrocidades. Saber más de lo indicado fue mi gran error.
Frente del computador es mi forma de vivir y la de todas las personas que conozco, que
aunque aparentan relacionarse, no son más que un espejismo, pues la vida está girando a lo
que pasa en el espacio de estos aparatos. La vida para mis amigos se volvió nomas que
Instagram, Facebook, Twitter, que le dan sentido a sus amargadas y aburridas vidas; se
olvidaron que por fuera de estos aparatos hay una vida completa por experimentar, la cual
por no ser gracias a mis problemas no hubiera conocido.
Autor:Jose Armando Olmedo Avila
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