miércoles, 25 de marzo de 2015

DOÑA JULITA


Doña Julita era una viejita pequeñita, flaca y muy arrugada, siempre caminaba descalza,
con su bordón y envuelta en una ruana azul, su vestido era de color gris oscuro, y al parecer
nunca se cambiaba o tal vez tenía mucha ropa del mismo color y de las mismas
características, ya que siempre se la veía vestida de la misma forma, ella era una matriarca
de su pueblo, de renombrada familia y madre de muchos hijos. Era muy popular en su
pueblo natal, y todos la llamaban Doña Julita.

Ocurrió que cierto día iba por la calle el señor Segundo Rosero, como cosa rara perdido en
el licor, apenas podía mantenerse de pié, y en su mano llevaba su botella de aguardiente,
iba feliz cantando una canción de Julio Jaramillo, una muy propicia para la ocasión, era
nada más ni nada menos que “Licor bendito”, serían aproximadamente las doce de la
noche, cuando se dirigía para su casa. En su camino vio de espaldas a Doña Julita, y le
preguntó acercándose poco a poco: “¿Oiga Doña Julita que hace por aquí a estas horas?”, a
lo cual Doña Julita voltio la cara para mirarlo, y cuál sería la sorpresa de don Segundo
Rosero, cuando no miró la cara de Doña Julita, sino la de una calavera con cabello largo y
blanco, que le respondió: “¿Cómo dices?”, inmediatamente se le quitó la borrachera a don
Segundo Rosero, se le pararon los pelos de punta, se le puso la piel de gallina, y salió
corriendo a la máxima velocidad posible, y en la primera casa que encontró se entró
desesperado y cayó desmayado.

El anterior encuentro de Don Segundo Rosero con esa calavera que se parecía a Doña
Julita, fue el santo remedio para que este señor dejara el vicio del licor, ya que al ver
semejante espanto prometió que jamás en su vida volvería a tomar un trago de aguardiente,
y que iría todos los días a misa y comulgaría todas las veces que pudiera.

Autor: Leodan Andres Otaya Burbano 

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