miércoles, 25 de marzo de 2015

Una sociedad adulta

El sonido de las campanas indicaba el fin de otro día, la tercera estrella estaba por
desaparecer y la obscuridad se hacía más evidente conforme pasaban los minutos. Vi a
través de la ventana como las nubes grises se arremolinaban cerca del lago mientras
irradiaban luces moradas que se reflejaban en toda la ciudad. “Ah, es esa época otra vez”,
pensé mientras tomaba el ultimo ladrillo y lo acomodaba en su sitio; por mi bien, sería
mejor no estar fuera de casa por más tiempo. Rápidamente deje mis instrumentos de trabajo
en el locker que me correspondía; un sucio y diminuto casillero amarillo cuya puerta ya no
cerraba bien; no podría decir cuántos años lleva allí, y dudo mucho que se pueda encontrar
a alguien lo suficientemente viejo como para recordarlo. Subí en mi triciclo, eche un último
vistazo al cielo donde las nubes se concentraban cada vez más, y me marche.

Fui tan rápido como mi triciclo me lo permitió; era uno de esos modelos viejos que ofrecía
el mercado, con una velocidad de tan solo 30 km/h; sin embargo, era suficiente para mí.
Antes de ir a casa debía pasar a recoger a mi padre en la guardería; últimamente se había
estado quejando por lo solo que se sentía, ya que mi madre había fallecido hace tan solo un
mes, pero no había nada que hacer, ya se acostumbraría; en cuanto a mí, solo podía pensar
que era una boca menos que alimentar; las cuentas últimamente no habían ido bien, los
servicios no se pagaban y el salario que ganaba trabajando como obrero era tan patético que
daban ganas de llorar; esto era el preludio de la crisis que se avecinaba, la peor de mis siete
años de vida.

Autor: Natalia Rodriguez Botero

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