jueves, 26 de marzo de 2015

La llegada

El humo perfecto, no se vería mejor en ninguna parte, solamente en la calle 53. La
hora perfecta, se despide el día, las 5:30 pm y las personas abandonan las
tiendas, oficinas y aceras.  “¡Qué absurdo!” dice Gabriela mientras empaca sus
libros y se dispone a salir, continúa: “¡qué absurdo el tiempo y lo que hace con la
ciudad! ¡Cómo la maneja a sus anchas!” Se niega a entender que ese reloj azul de
su muñeca, cause tanto desastre, ojalá el tiempo fuera más condescendiente con
algunas historias, porque no todas merecen su furia.

El camino no era largo, en ciudades como estas llegar a tu destino se había
convertido en una cuestión de método. Lápices y llaves al bolso, y una chaqueta;
ésta última, coraza de tela, te hacía desaparecer ante la gente, la “capa mágica”
estaba ahora consagrada en esa chaqueta gris con el calor y la actitud que no le
daban sus miedos ni su dificultad de simular ser otra persona. Gabriela camina y
se pregunta si la ciudad algún día mudará el color gris por otro, a Gabriela le gusta
el magenta, siente que si la ciudad fuera magenta se fusionaría con las nubes al
atardecer y con las canciones de su reproductor. Dos esquinas más y tres calles,
la avenida Plecto, más desorden, más ruido, más ciudad.

Al fin el bus, canta en la mente mientras pasan con velocidad los lugares de
siempre. Luego, ascensor piso 23, por fin, la puerta, justo antes de poner la llave
en la cerradura se detuvo, su mente se detuvo sólo para decir: “no aguanto más,
ya no hay tiempo…”, sin pensarlo dos veces tomó el ascensor, piso 1, mucho frío
y una chaqueta. Al fin y al cabo afuera siempre habrá más historias que adentro.

Autor: Miguel Angel Florez Santander

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