jueves, 26 de marzo de 2015

La Vida

Érase una vez la muerte. Cruel, despiadada y burlona.
¡Tienes que renunciar al deseo, tienes que renunciar a sentir! Me decía, me
gritaba, me obligaba.

¡Tú no mereces ser feliz, tú no mereces crecer, a ti no te está permitido crear,
soñar, amar! Se reía, se burlaba.

¡Estás condenada a sufrir, a llorar, a mendigar, a hundirte en el fango! Me
susurraba, me esclavizaba.
Y yo, con semejante destino, era su esclava, día tras día, años tras año, vida tras
vida.

Pero en una de tantas vidas, nació una niña, con ojos soñadores, con el sol a flor
de piel, con destellos de alegría, con rizos de ternura, con boca de mujer. Sólo se
escuchaba su risa acaramelada que impregnaba al viento que rugía:

¡Libertad!

La niña creció y un día se encontró con ella, cara a cara. Le suplicó que la dejara
seguir siendo feliz, amando, creando, sintiendo, que ella le podía enseñar a vivir y
no a morir, que con seguridad la muerte aprendería.
Pero, sus súplicas fueron en vano, los contrarios son contrarios.

 La Mató.

Amor, despierta. Es hora de ir a clase.

Autor: Gloria Stella Mazo Carvajal

No hay comentarios:

Publicar un comentario