¡Tienes que renunciar al deseo, tienes que renunciar a sentir! Me decía, me
gritaba, me obligaba.
¡Tú no mereces ser feliz, tú no mereces crecer, a ti no te está permitido crear,
soñar, amar! Se reía, se burlaba.
¡Estás condenada a sufrir, a llorar, a mendigar, a hundirte en el fango! Me
susurraba, me esclavizaba.
Y yo, con semejante destino, era su esclava, día tras día, años tras año, vida tras
vida.
Pero en una de tantas vidas, nació una niña, con ojos soñadores, con el sol a flor
de piel, con destellos de alegría, con rizos de ternura, con boca de mujer. Sólo se
escuchaba su risa acaramelada que impregnaba al viento que rugía:
¡Libertad!
La niña creció y un día se encontró con ella, cara a cara. Le suplicó que la dejara
seguir siendo feliz, amando, creando, sintiendo, que ella le podía enseñar a vivir y
no a morir, que con seguridad la muerte aprendería.
Pero, sus súplicas fueron en vano, los contrarios son contrarios.
La Mató.
Amor, despierta. Es hora de ir a clase.
Autor: Gloria Stella Mazo Carvajal
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