jueves, 26 de marzo de 2015

El Reflejo

-¿Por qué temes?
-¿Quién anda ahí?, ¿Quién dijo eso?
Exaltado, respondió uno de los tantos transeúntes de aspecto musical, que se detienen
absorbidos por la perplejidad del lugar y del estanque del que se atreven a beber de su agua
cristalina, pero que por alguna razón salen despavoridos.
-Soy tu voz interior y más que eso, puedo ser lo que tú quieras que sea, puedo ser tu mayor
temor, tú más profundo anhelo o simplemente  el reflejo común  y corriente de tú cara en el
agua

-¿Y cómo es posible que puedes hablarme?
– En realidad no es que pueda hablarte, eres tú  hablando contigo mismo, soy solo un
producto de tu imaginación.

Aquel hombre, perturbado por ese  encuentro inexplicable con «su voz interior», regresó a
su casa preguntándose sobre el suceso, y aparentemente algo había cambiado en él, podía
notarse en la ausencia del brillo de sus ojos.

Pasados tres meses, la gente del pueblo apenas recordaba la voz del hombre, que solía
cantar con su vieja guitarra los días domingos en el parque principal, pero aun así lo
seguían viendo sentado en la banca del frente del atrio  pasando la calle, alimentando a las
palomas.

En uno de esos domingos, a eso de las dos de la tarde, se acerca un joven preguntando
sobre un sitio muy frecuentado por los artistas, debido a los bellos paisajes que sirven de
inspiración,  al que llaman los lugareños, el bosque mutus; coincidencialmente el hombre al
terminar de alimentar las palomas, escucho al joven y se acercó lentamente para señalarle
hacia donde debía ir. Sin cruzar ninguna palabra, el joven entendió claramente las
indicaciones y procedió a dirigirse a mutus.

Hoy en día, se sabe que el pueblo quedo sin cantantes.

Autor:Miguel Angel Munoz Mejia

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