miércoles, 25 de marzo de 2015

Las Colillas

Sentados en el balcón yacían desde hace algunos minutos; hasta entonces eran
seis el total de los cigarrillos consumidos, tres para ella, tres para él. Era la política
o la filosofía el tema de su conversación, nada tan relevante como evitar el
sobresalto que experimentaron cuando ambos hicieron consciente el modo en que
habían desechado las colillas; sin cenicero y sin ganas de interrumpir la plática
para conseguir alguno improvisaron con el balcón. Él por su parte, fiel a cierto
caos innato, colocó los filtros desordenadamente entre las pequeñas columnas,
formando sin intención un triángulo irregular, ciertamente era un cuadro bastante
descarado, casi cínico; los residuos estaban allí como retando a quien los miraba,
importándoles en absoluto su posición, el triángulo era una casualidad bastante
forzada, si por ellos fuera, aun sabiendo la imposibilidad geométrica, habrían sido
un hexágono o un trapezoide. Ella, en cambio, consiguió construir una diminuta
montaña, aquello figuraba como el intento por ocultar los restos de un delito,
especialmente porque la montaña no se erigía orgullosa en el centro del zócalo
situado entre columna y columna del balcón, sino que se apretujaba con timidez
en uno de los laterales; estas colillas no transmitían rebeldía, más bien estaban
impregnadas de un carácter obsesivo, rozando lo esquizofrénico.

Ninguno de los dos reflexionó sobre si diseñar un triángulo o una montaña, sobre
el cinismo o algún orden regulativo, fue la urgencia del momento, el reflejo de sus
personalidades, el inconsciente plasmado en un acto cotidiano, un develamiento
involuntario… ¿el azar?

Autor: Luis Felipe Londoño García.

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